Más ¿o menos? sobre AMOR

Siempre me han dicho, y repetido, que en mi vida pongo las expectativas demasiado altas. No lo niego. Nunca había renunciado a una vida de película, algo que me ha regalado más de un disgusto porque, al final, siempre te acabas encontrando (o, en mi caso, chocando) con la realidad. Los años van pasando y, sin darme cuenta, he dejado en esencia de ser aquella adolescente, defensora acérrima de las causas perdidas y de ese amor que desconoce la lógica de la madurez; y ahora me descubro, con muchísima sorpresa y algo de desilusión, como una desconfiada del “hasta que la muerte nos separe”. Me he convertido en una verdadera escéptica sobre la capacidad de dar, la capacidad de amar de la gente. Con los años me he desengañado del amor. Y eso que yo quise intensamente, totalmente a ciegas. Era de la escuela del amor made in Pretty Woman y Romeo y Julieta. He sido idealista, la que más. He vivido grandes amores, que ahora guardo con cariño en dos cajas separadas llenas de fotografías adolescentes y cartas de amor cuarteadas por el paso del tiempo. Son mis mejores recuerdos. Simbolizan esos momentos de felicidad por los que merece la pena vivir. Aún así, voy creciendo, y mi alrededor (que no mi familia, gracias a Dios) es muy desalentador. 

Un amor de película... ¡Nunca mejor dicho!

La pasión y las lágrimas de un amor imposible es, quizá, lo más doloroso y romántico que puede tocarte vivir

He visto desmoronarse de un plumazo más de 30 años de matrimonio, de despertares entrelazados, de noches en vela por culpa del nuevo título “padres primerizos”, de discusiones por lavadoras y reconciliaciones apasionadas junto a la máquina de la discordia… He visto llorar a hijos de padres separados. Le recuerdo a él dando vueltas alrededor de la manzana de su casa, con mirada perdida, y la cara manchada por el surco de las lágrimas. No comprendía por qué su madre había hecho las maletas para no volver. Y lo peor es que muchas veces entiendo a esos padres que, muy  a pesar del sufrimiento de sus hijos, deciden tomar las riendas de su vida con valentía, otros con la cobardía que les otorga la falta de lucha, y otros muchos para ser honestos con ellos mismos o, simplemente, para poder ser quienes son en verdad, y nunca han podido ser.También he visto como otros tantos matrimonios han celebrado sus bodas de plata, ¡o incluso las de oro!, teniendo en común los hijos que han educado juntos; pero poco más. Ambos sabían que entre ellos ya sólo quedaba el proyecto de familia que un día decidieron edificar, y el deseo real e inquebrantable de no abandonarlo jamás. Una actitud muy loable, demasiado admirable y altruista. Pero yo no la quiero. Sigo pidiendo ¡más!, aunque muchos se empeñen en decirme que “tu marido, al final, se convierte en un compañero de viaje”. Pues espero que el mío también sea mi amante y mi cómplice incondicional. 

Quiero que pasen los años, y verle a él en mis hijos, los nuestros. Quiero verles crecer igual que veo crecer la relación de pareja con la que empezó todo. Quiero poder mirarle a los ojos una tarde aburrida de domingo, y reconocer en ellos el porqué decidimos poner juntos nuestra primera  vajilla en un piso con una hipoteca que todavía no hemos acabado de pagar. ¿Pero y qué? Eso no importará si las mariposas siguen volando dentro de mí, aunque lo hagan con una intensidad menor. El tiempo mina su vuelo, pero regala solidez y complicidad. Yo no quiero compartir mi vida solo con un compañero de viaje. Quiero compartirme con pasión, estabilidad y, sobre todo, con mucha ilusión por empezar algo juntos todos (¡TODOS!) los días de nuestra vida. Sí. Quizá continúo siendo idealista. Sonrío. ¡No me he perdido del todo! 

Así... ¡SÍ QUIERO!

¿Os habéis dado cuenta? ¡El amor es lo más fashion que hay!  Porque jamás quedará demodé.  Este último post puede pareceros algo rompedor con respecto a la línea general que sigue Diario de una Coolhunter. Pero necesitaba hacer un break entre tanto evento, comidas Estrella Michelín, hoteles de ensueño, copas de champagne francés, y “Holas” repetidos a gente que acabo de conocer. Porque la moda también es humana. Y no hay nada más humano que el AMOR.  

P.D: No te pierdas en el TELVA de este mes ¡mi cita «a ciegas»con Feliciano López! (Aunque, de todas todas, ¡yo me quedo con el mío!). 

¡Tenía que inmortalizar el momento!